Por fin!!! Se acabaron esos episodios de ver Pamukkale solo en fotos encabezando las listas de los lugares naturales más increíbles del planeta. Finalmente, llegó el momento de verlo, tocarlo y recorrerlo de arriba abajo una y otra vez. No podíamos creer que estábamos ahí, sintiendo el agua calentita correr entre nuestros pies, con ese paisaje tan “incomprensible” ante nosotros. Nunca habíamos visto algo similar.
Cómo llegar a Pamukkale
Después de dejar la Capadocia, viajamos en avión hasta Izmir por tan solo 20 euros. Alquilamos un coche en el aeropuerto y nos dirigimos a Selçuk donde pasaríamos la noche. A la mañana siguiente recorrimos Éfeso y unas cuantas horas después, nos dirigimos hacia Pamukkale. El trayecto es de unos 200 Km, tres horas en coche aproximadamente. Aunque el camino es bastante austero en cuanto cosas para ver, debo decir que los higos comprados a pie de calle nos hicieron estas tres horitas más que deliciosas. Los mejores higos que he probado me los he comido en esa ruta. Así que ya solo por eso nos ha merecido la pena el viaje en coche.
Si has decidido hacer tu viaje en transporte público, hay autobuses que salen desde Göreme y desde Éfeso. Así que no hay excusas para que no visites esta maravilla natural. Desde Göreme puedes coger un autobús nocturno y así te ahorras la noche de hotel también. El viaje dura unas 11 horas y cuesta alrededor de 50 LT (17 €).
En muchos foros sobre viajes a Pamukkale encontrarás que la distancia es muy larga, sobre todo si partes desde los principales destinos turísticos como Estambul o Capadocia, y que quizás no merezca la pena tal desvío pero yo te puedo asegurar que sí que vale la pena y con creces. Un paisaje con estas belleza y rareza difícilmente lo encontrarás en otra parte. Así que no lo dudes ni un instante, si vas a Turquía no dejes de visitar su castillo de algodón
Como viajamos a finales de octubre, los días ya se hacían mucho más cortos y en Turquía oscurece aún más temprano en comparación con España. Así que vivíamos en una carrera constante contra reloj para poder llegar a los sitios antes de que oscureciera. Y en el caso de Pamukkale, aún más. No nos queríamos perder el atardecer por nada del mundo.
Dónde alojarse en Pamukkale
Llegamos a eso de las 3.30, dejamos las cosas en el hotel que casi por azar habíamos previamente reservado. Tenía una ubicación más que privilegiada, estaba justo frente a las piscinas del travertino. Un verdadero lujo que, junto al esmero en la atención del personal que trabajaba ahí y el desayuno buffet que ya estaba incluido, hizo de los 35 € que pagamos una excelente inversión. El nombre del establecimiento es HOTEL SAHIN.
Visita a Pamukkale
Ahora sí… ya no hay más tiempo que perder que se nos va el sol. Pagamos 20 LT para entrar a las piscinas del travertino y a la antigua ciudad helénica del siglo II a.C: Hierápolis. Subimos por una rampa que poco a poco se iba cubriendo de blanco, sin perder de vista ni un instante el imponente paisaje.
Como dato histórico conviene resaltar que durante la década de los 80, la explotación descontrolada amenazó seriamente la pervivencia de esta joya de la naturaleza, razón por la cual en 1988, la Unesco la declaró Patrimonio Mundial y empezó a tomar medidas que controlaran la salvaje explotación turística de entonces. Para el momento existían numerosos hoteles a lo largo de la colina que no solo contaminaban el área sino que además llenaban sus piscinas con las aguas de las piscinas naturales. Asimismo, se permitía el acceso de turistas con zapatos y se consentía el baño de estos en las termas con agua y jabón. Todo esto ocasionó un deterioro considerable en la zona, incluyendo destrozos en Hierápolis. Así que desde la declaración, se han instaurado rigurosas medidas que contribuyan a asegurar su conservación en el tiempo.
Muy cerca de los torniquetes de entrada debes parar a descalzarte. A partir de ahí, solo debes preocuparte de disfrutar como un enano de esta maravilla de lugar. El suelo es de una textura rugosa pero suave a la vez, con mucho agarre, con lo cual resulta muy difícil que te resbales. El agua que baja proveniente de las termas es templadita, muy relajante. Solo debes percatarte de pasar y dejar pasar por los estrechos bordes de los canales de agua, sobre todo cuando coincides con un montón de turistas. En nuestro caso, por haber ido en temporada baja y por haber llegado casi al atardecer, tuvimos la suerte de no toparnos con mucha gente.
El baño en las piscinas está permitido. En lo personal, este hecho me generó un poco de duda y contradicción, más aún después de conocer los estatutos impuestos por la UNESCO. Supongo que la diferencia entre el antes y el ahora será el no uso de productos cosméticos. Nosotros de todas maneras optamos únicamente por disfrutar del paisaje y del atardecer que ya no se hacía esperar.
En mi afán de subir a las terrazas de Pamukkale y de hacer la foto emblemática que me había perseguido a través de un millón de artículos leídos hasta que finalmente me trajo aquí, no me di cuenta de que el sonido del silbato que venía escuchando a lo lejos y desde hacía ya algunos segundos, era conmigo. El vigilante de la zona tenía rato tratando de llamar mi atención para que yo saliera del área protegida. Era tanta mi emoción por ver finalmente ese espectáculo que no me percaté de que yo era la única que estaba pisando esa parte. Y para acompañar ese momento de vergüenza, vino la desilusión al darme cuenta de que las piscinas de la zona de mi foto soñada estaban vacías. No había agua!!!!!!!!
Con un poco de pena fuimos a preguntarle al vigilante el por qué no había agua en la parte superior de las terrazas. Sí, a ese vigilante que hacía menos de cinco minutos soplaba obstinadamente el silbato para que me saliera de la zona restringida. Apenas percibió el acento español de Antonio, su cara y su tono cambiaron radicalmente. Se mostró, en fracciones de segundos, muy amable y complaciente. Por fin había encontrado alguien con quien poder hablar del Madrid, de Cristiano, de Turan. Una vez hubo desfogado ese éxtasis que produce hablar de fútbol y que parece que afecta a la gran mayoría de los hombres turcos, pude encontrar un hueco para preguntar por mis piscinas sin agua y nos explicó que para contribuir con la preservación del sitio, se procedía a cambiar la canalización del agua cada tres semanas. Así que no siempre todas las piscinas están alimentadas, se va alternando el sistema de irrigación periódicamente.
El vigilante nos comentó también que el acceso estaba limitado hasta las 7 pm, pero que nos podíamos quedar todo el tiempo que quisiéramos. No se si por el fútbol o porque en realidad era así. Lo cierto es que nos quedamos hasta que oscureció completamente, es decir 6.30 pm. Y ahí sí que sí estábamos completamente solos.
La vida del pueblo gira en torno al parque natural. En consecuencia, para la fecha en la que fuimos, todo cerraba alrededor de las 6- 7 de la tarde. Los restaurantes también comienzan a servir muy temprano. Hay una gran variedad de ellos por la zona, con menús escritos en todos los idiomas, siendo el más destacable y con diferencia, el coreano.
Tanto como el atardecer, el amanecer es un espectáculo que no te puedes perder si decides emprender tu viaje a Pamukkale. Así que, como buenos viajeros disciplinados, decidimos levantarnos a las 6 am y contemplar la salida del sol desde la terraza del hotel que, como ya he mencionado, estaba justo enfrente. Esa mañana no contamos con mucha suerte porque el cielo estaba muy nublado, sin embargo, siempre es un lujo levantarse frente a un sitio como éste. Si vas, y corres con más suerte que la nuestra, no te olvides de hacer los deberes y levantarte pronto.
Como el día anterior habíamos llegado prácticamente al atardecer, no quisimos desperdiciar nuestra visita y nos dispusimos otra vez a entrar al parque. Para algunos podría ser una tontería pagar de nuevo, pero para nosotros resultó una muy buena inversión. No solo volvimos a disfrutar del recorrido por las piscinas, esta vez incluso con menos gente, sino que además entramos a Heriápolis.
Heriápolis
Justo detrás del travertino se encuentra la antigua ciudad helénica del siglo II a.C. Esta ciudad se vio azotada desde entonces por numerosos terremotos, y durante el siglo II d.C fue ocupada por el imperio romano. De hecho, gracias a sus aguas termales, se convirtió en el sitio de veraneo predilecto para muchos de los nobles de este imperio. Más tarde, en el siglo XIII, Hierápolis pasó a estar bajo la dominación bizantina hasta su destrucción definitiva en 1354 a causa de otro terromoto. En la actualidad, sus ruinas dan fe del pasado esplendoroso que albergó a todos sus ocupantes desde su creación.
Dentro del patrimonio arqueológico presente, el que más destaca es el Teatro. Su estado de conservación es realmente bueno. Se dice que tenía una capacidad de entre 15 y 20.000 personas y fue dividido por un diazoma para separar los asientos de la parte superior de la inferior.
El resto de la ciudad nos ofrece ruinas que nos ayudan a imaginar sin mucho esfuerzo cómo fue la vida en Hierápolis, sobre todo durante el periodo romano.
El paseo por Pamukkale en todo su conjunto ha resultado ser una experiencia más que recomendable. Cuando decidimos incluirlo en nuestro itinerario de viaje, ya teníamos unas expectativas bastante altas pero cuando lo disfrutamos como lo hicimos, esas expectativas fueron superadas, y con honores, por la realidad. Así que si vas a Turquía, desvíate sin miedo y piérdete en este extraordinario Castillo de algodón.
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