Un olor a mar intenso se apodera del ambiente; el pescado en todas sus formas se hace presente en la más genuina de las galerías; las olas rompen contra los muros del castillo del puerto y las gaviotas no paran de revolotear entorno a esta magnífica postal. Con esta imagen nos recibe la perla del Atlántico: Essaouira.
Desde tiempos remotos, este puerto ha sido punto de interés para otras culturas. Fenicios, griegos, cartaginenses y romanos han plantado su asentamiento en esta zona, más específicamente en las islas contiguas: las Islas Púrpuras. El motivo justamente está relacionado con la explotación de la púrpura: molusco del cual se extrae una tinta amarillenta que por efecto del aire termina tornándose en violeta.
A principios del siglo XVI la ciudad fue ocupada por los portugueses y se pasó a llamar Mogador. Es en este período cuando se comenzó a producir la primera fase de desarrollo urbanístico que atravesaría el puerto. Pero no fue sino hasta dos siglos más tarde con la conquista del sultán alauí Sidi Mohammed Ben Abdallah que se encargó la construcción de sus estructuras defensivas tal y como las conocemos hoy. Durante siglos Essaouira resultó un enclave fundamental para el comercio entre europeos, norteafricanos y judíos. Estos últimos fungían como una especie de intermediarios entre los dos primeros.
De Marrakech a Essaouira
Antes de emprender mi viaje a Essaouira estudié las diferentes opciones para viajar y una vez más resultó ser ViajesMarrakeck la opción vencedora. Por una parte, como ya comenté en el post de la visita a las Cascadas de Ozoud, para realizar una excursión por cuenta propia en autobús es necesario contar con mucho tiempo y paciencia. Comprar un billete puede convertirse en una auténtica pesadilla. Habrá gente intentando hasta lo imposible para que no puedas llegar a la taquilla a comprar el billete por tu cuenta. Por otra parte, al coste del autobús tendrás que sumarle los gastos de taxi ida a vuelta del Riad a la estación de buses. Con el taxista, como en la mayoría de los sitios, también tendrás que regatear. Aún así, en caso de que decidas viajar por tu cuenta, conviene comprar el billete antes del día que decidas ir a Essaouira.
Por otra parte, la ventaja de viajar con un chófer de agencia, en especial con nuestro queridísimo Tarik, es que puedes conversar con él, aclarar todas las dudas que te puedan surgir sobre su cultura, conocer también la visión de un no bereber sobre esa etnia y comentar un poco las diferencias y similitudes de la vida marroquí con la vida que tú llevas. Vamos, un intercambio cultural interesantísimo que durará al menos las seis horas que dura el viaje ( tres de ida y tres de vuelta).
Con Tarik hicimos también una parada un tanto curiosa, nos detuvimos a ver a “las ovejas trabajar”, como él bien afirmaba. Lo cierto es que hay un árbol de argán en plena vía donde “florecen” cada día un grupo de ovejas y por la tarde se desvanecen. Éstas son coordinadas por un grupo de personas que las llevan hasta ahí, las hacen que “posen” en la copa de ese árbol por lo menos durante medio día y a los turistas que se paran a verlas y a hacerles la foto, se les cobra 10 dirhams (1 €). A media tarde se las llevan hasta el día siguiente por la mañana.
Así que al final sí que va a ser verdad eso de que es un sitio donde se ponen las ovejas a trabajar. Puede gustarte o no, pero cuanto menos es una imagen curiosa.
La segunda parada antes de llegar a Essaouira fue en una cooperativa de mujeres que se encarga de la fabricación y venta de aceite de argán. En la visita nos explicaron cómo es el proceso de producción desde que se coge la semilla hasta su venta. Nos detallaron cuáles son las principales usos, normalmente comestible y cosmético; los beneficios de su consumo para la salud, y cómo beneficia este tipo de comercio a las mujeres de la zona.
En las diferentes excursiones que hicimos a las afueras de Marrakech nos encontramos con diversas cooperativas de mujeres que comercializan el llamado “Oro de Marruecos“, sin embargo la zona donde crece el árbol de argán se reduce casi exclusivamente al área comprendida entre Essaouira y Agadir.
Y finalmente… ¡llegamos a Essaouira!
A eso de las doce del mediodía llegamos a la ciudad portuaria, acordamos encontrarnos con Tarik a las 17 h. Teníamos cinco horas para perdernos en sus entrañas y descubrir sus magníficos tesoros.
El recorrido lo inicié de izquierda a derecha. Enormes embarcaciones pesqueras llamaron mi atención, así que empecé por el puerto. Era la hora donde cobraba vida un improvisado mercadillo de pescado, de todos los colores y tamaños. Más de uno me impresionó. La gente iba y venía con bolsas llenas de manjares fresquísimos recién salidos del mar. Las motos y las bicis se fundían con los transeúntes. Un sinfín de gaviotas entretejían con maestría su periplo diario del mar al cielo. Un olor a mar intenso impregnaba el ambiente. Pequeñas barcas cubrían de azul marino las aguas turbias del puerto. Este pseudo-caos organizado me comienza a gustar.
Continuando mi recorrido hacia la derecha, justo frente al Puerto de Mogador me topé con una imponente fortificación: la Skala du Port. Data del siglo XVIII y fue construido para proteger el puerto y la ciudad. Desde aquí se obtiene una visual espectacular de las islas Púrpuras y del puerto. El horario de visita es de 8:30 a 12h y de 14:30 a 18:30 y el valor de la entrada es de 10 dirhams (1 € aprox).
Continuando el recorrido me topé con unos kioskos donde vendían zumos de naranja. Eran sobre todo turistas los que paraban aquí. Paradojicamente y, como ocurre en tantos sitios de Marrakech, las fotos no son muy del agrado de los expendedores, así que me llevé mi primera bronca por hacer una instantánea (aunque no haya quedado reflejado😉 )
Y ahora sí, nos adentramos por fin en la pequeña medina de Essaouira. La sensación es diferente a la medina de Marrakech. Obviamente el tamaño es la razón fundamental, pero también creo que se debe al carácter de la ciudad en sí misma. El ambiente es mucho más sereno y los comerciantes menos agresivos, lo que tampoco quiere decir que no sean insistentes pero en menor medida. Esto te permite poder pasear y ver los escaparates con más tranquilidad y sin la sensación de que vas a sentirte obligado a comprar. La mercancía de los comercios aparentan tener un carácter mucho más artesanal. Muchos de los productos son expuestos en las paredes de las edificaciones del casco antiguo. Por momentos te da la impresión de estar visitando una exposición etnográfica de Essaouira al aire libre.
Tampoco te extrañe encontrar en el camino a algún vendedor de menta que quiera reclutarte como staff de su negocio. La verdad es que con ese aroma y esa ubicación privilegiada, no me habría importado nada quedarme =)
El punto más alto de la Essaouira amurallada lo encontramos en la Scala the Kasbah. Una fortificación construida para defender la ciudad de los ataques desde el mar. Fue construida en dos niveles, donde el nivel inferior tenía la peculiaridad de ser utilizado como almacén de la artillería militar. A lo largo se extiende una plataforma con decenas de cañones apuntando hacia el mar.
Las vistas desde este punto son excepcionales. El puerto, la Skala du Port, el Atlántico en todo su esplendor crean una imagen idílica. No por nada Essaouira ha sido escenario de grandes producciones como Otello de Orson Wells, el Reino de los Cielos de Riedly Scott y más recientemente, Juego de Tronos.
Por último, no podemos olvidarnos de la enorme playa de Essaouira, paraíso perfecto para los amantes del windsurf. La fuerza con la que los vientos alisios abrazan la costa, lo convierte en el enclave ideal para practicar este deporte. Y si solo quieres caminar o hacer footing, también encontrarás en esta bahía la superficie idónea para desconectar sobre tus pasos.
Aunque es un pueblo pesquero de dimensiones más bien justitas, las horas en Essaouira se me fueron volando. Me quedé con ganas de seguir recorriéndola. Seguramente no es una ciudad con un gran número de atracciones pero sí que las pocas que tiene, te obligan a permanecer un buen rato en cada una de ellas. Hay un buen rollo que se respira en el ambiente. Este puerto, sin duda, se merecía por lo menos un día más.