24 horas en Paros de las cuales aún teníamos que rasgar al menos unas cinco horas para conocer Antíparos. A veces pasa que nos decantamos por la cantidad y no por la calidad. A mí me sucede sobre todo cuando tengo que decidir entre conocer un sitio aunque sea de prisa, o esperar a tener más tiempo y dinero para volver y visitarlo con más calma. Éste fue el caso de Paros, Antíparos y, como relataré en mi próximo post, Naxos.
Para aprovechar al máximo esas 24 horas, decidimos reservar el momento del baño en la playa a Antíparos, la hermana menor de Paros. Es una isla muy pequeñita de tan solo 1200 habitantes, con playas de agua cristalina y, por si fuera poco, con una enorme cueva llena de estalactitas y estalagmitas donde de hecho, se encuentra la estalagmita más antigua de Europa.
Cómo llegar a Antiparos
Solo hay una manera de arribar a la isla y es a través de un ferry que parte desde Paros. Según el hombre que nos alquiló la moto: “el viaje dura lo que tardas en fumarte un cigarrillo”. Yo diría que hasta menos. El precio de dos personas más la moto fue de 3,80 € la ida; nada mal si hablamos de que vamos a conocer nuestra tercera isla de las Cícladas por ese precio. Los ferrys zarpan cada media hora.
Qué ver en Antiparos
Para mí el imprescindible de Antíparos es su cueva. Ubicada a 177 metros sobre el nivel del mar, al sureste de la isla, presume de tener la estalagmita más antigua de Europa, con nada más y nada menos que 45 millones de años. Esta estalagmita la encontramos justo en la entrada, antes de descender los 411 escalones que conducen a las entrañas de la cueva. El recorrido está muy bien acondicionado, dotado de escaleras con barandas y una generosa iluminación por toda la cavidad. Sin embargo, es preciso evitar las horas de más gente pues lo estrecho y empinado del paso podría convertirse en una auténtica pesadilla si llegas a coincidir con una oleada de personas subiendo y bajando.
La condición en la que se encuentran las estalagmitas y estalactitas es bastante aceptable, aunque podría estar aún mejor si no fuera por el gamberrismo de muchos quienes en tiempos pasados hubieron sustraído fragmentos de estas rocas calcáreas. No obstante, lo que sí me parece muy reprochable es que hayamos encontrado un par de botellas de plástico abandonadas en el fondo de la cueva. Yo me pregunto: ¿qué hará que algunas personas no sientan un mínimo de pudor al dejar sus desechos en el suelo y más aún en un sitio cuya formación se remonta a millones de años? La verdad es que por más que intento, no lo entiendo.
El valor de la entrada a la cueva es de 5 € y la duración del recorrido es de unos 40 min aproximadamente.
Visita a Agios Georgios
Por recomendación del chico del alquiler de motos, nos fuimos a pasar el tiempo dispuesto para la playa en Agios Georgios, muy cerca de las cuevas. Poco antes de llegar a la costa, se empiezan a ver algunos pocos hoteles en primera línea y un poco más adelante, una playa con ese azul tan del mediterráneo oriental.
Apenas llegamos, nos topamos con un par de restaurantes a orilla del mar. Ambos tenían pulpos frescos colgados en el borde de sus toldos. Surtían una especie de efecto casi afrodisíaco. Invitaban desde lejos a ser devorados. Entramos a uno de ellos y, como es de suponer, pedí la ración de pulpo respectiva y más vale que no, me trajeron el peor pulpo que he probado nunca: cuatro minitentáculos a punto de ser carbonizados, nada más. Me quedé tan decepcionada que no dije nada. Tampoco estoy acostumbrada a devolver los platos, pero desde ese momento me conciencié en que si algo está mal preparado estoy en mi derecho de por lo menos hacerlo saber. Espero no tener muchas más oportunidades como ésta para hacer valer mi derecho como cliente.
Por fortuna, con el postre dí con lo que logró mitigar mi decepción gastronómica: el fabuloso y siempre acertado yogurt griego con miel. Incluso en este infame local, el yogurt estaba de muerte.
Unos cuantos pasos a la derecha nos esperaban las sombrillas, la arena clara y unas aguas muy tranquilas y transparentes. La playa como tal es bonita, sí, pero tampoco de una belleza excepcional. Creo que pudimos haber encontrado playas más atractivas en otra parte de la isla o incluso en Paros, pero esto no lo sabremos hasta que volvamos. Así que ya tenemos la excusa perfecta para volver😉
El castro
Después de dos horas de relax, nos dirigimos hacia el puerto donde aprovechamos para visitar el Castro. Antiguamente, durante el siglo XVIII, servía como guarida de piratas malteses y franceses. En la actualidad, alberga a una próspera localidad turística donde convergen hoteles y restaurantes que exhiben la arquitectura típica cicládica.
Nuestra recomendación:
Si vas en busca de unas vacaciones en las que predomine la tranquilidad, la desconexión total y el mar, éste es tu sitio si no vas solo por unas pocas horas. Si decides alojarte en Antiparos por al menos una semana, tu ejercicio de relajación se verá gratamente recompensado.